sábado, 31 de marzo de 2012

INTRODUCTIO


Cuando sea viejo y no haya quien me mire a la cara, me imagino repasando las páginas de este cuaderno y felicitándome a mi mismo por todos los polvos disfrutados.
Te diré lo que todo el mundo dice alguna vez: la vida es un paso. Levantas un pie para salir del vientre de tu madre y cuando lo pones en el suelo, tu cuerpo ya está haciendose cenizas y de ti no queda apenas la memoria. Y aunque ahora te sientas joven y hermoso y tengas una espléndida polla que crees es el billete  para un viaje sin escalas rumbo a la felicidad, antes de que te des cuenta estarás preguntándote donde fue todo ese tiempo que tenías disponible.
Te lo digo yo, que estoy perdiendo de vista la juventud y, aunque la decadencia de la vejez me queda todavía un poco lejos, ya empiezo a vislumbrarla en el horizonte como se ven llegar las nubes que prometen lluvia y que harán que el espléndido día de verano vaya a irse en breve a tomar por el culo. 
Ya me entiendes: 
los pelos blancos que aparecen donde menos te lo esperas jodiéndote la seductora barba de tres días que tan bien queda dejarse.  
Esa grasa abdominal que se le pega a uno como un tio empalagoso y cuando te quitas cien gramos parece haber otros doscientos esperando tras la puerta para echársete al lomo en cuanto te descuides. La piel de rostro que pierde poco a poco esa brillantez. 
Arrugas que ayer no estaban y que hoy aparecen cuando vuelves la cara "así". 
No soy narcisista en absoluto pero entiendo que mi cuerpo es la herramienta para dedicarme a lo que más me gusta en el mundo que es follar, y de su mantemiento depende mi felicidad vital.
Sí, he dicho "follar". 
A ti te gustará leer libros, montar en bicicleta, cocinar, o qué sé yo, pintar cuadros o escalar montañas o pescar peces. 
A mi me gusta follar. 
Sin sentimientos, ¿eh? 
Follar a secas. Marcarme un objetivo, ensayar estrategias y por fin, hacerlo caer. 
Algunos son tan fáciles como cocinar un pollo y otros tan jodidos como escalar el K7, para que me entiendas, pero en eso se centra la diversión, no tanto en el desenlace como en todo lo que uno tiene que hacer para conseguirlo. Por desgracia, no todos terminan cayendo, porque si no me supongo que alguien me hubiese dedicado ya un número especial en el National Geographic o donde sea que se estudian esos especímenes humanos sobresalientes por algún motivo u otro. 
Pero si el éxito está garantizado, ¿dónde está la gracia del juego?...
...por eso, cuando mi tiempo se acabe, esto es lo que quiero recordar:
el juego

2 comentarios:

  1. Vaya, vaya. Una historia de hombre sin sentimientos. O no?
    La iré leyendo poquito a poco, mi despiste vital (me pierdo muchas cosas buenas y malas) hoy se ha convertido en mi mejor aliado ya que tengo material por delante para rato. Así disfruto más que a mí eso de las entregas periódicas me pone un poco de los nervios.

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  2. ¡Gracias Argaxito por este comentario!
    para mi tu interés en esto constituye ante todo una muestra desinteresada de afecto. Hoy en en dia nadie tiene excesivo tiempo para dedicarle a nadie y mucho menos para el ejercicio de paciencia que supone en involucrarse en historias que a alguien se le ha ocurrido contar. La verdad es que pretendía sobre todo demostrarme que era capaz de empezar y terminar algo por mi mismo, y a estas alturas, casi-casi lo he conseguido ya.
    Si lo lees estará bien, y si no, el simple detalle de dejarme tus palabras y demostrarme tu interés ya es merecedor de un enorme abrazo, así que...
    ahí va ese abrazo...¡¡¡...!!!
    Un beso, guapeton
    ( y repasa mejor a Ray Bradbury, que te va a ser más provechoso, jajaja )

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